Ahogo

Descanso después de una mañana intensa. Mucho deporte, la comida, la casa, no he parado ni un instante, y mi cuerpo me pide relajarme. Me tumbo y dormito mientras en la tele un reportaje de animales me arrulla con su monótono relato sobre la territorialidad de no se qué hormigas. Pero una pequeña opresión en el pecho se va apoderando de mi respiración y lentamente noto que me falta el aliento. Trato de inspirar fuerte, pero la presión va creciendo. Sudo, intentando respirar. Quiero coger aire, boqueo, pero la losa que me oprime el pecho no me lo permite. En mi desesperación, siento cómo estoy debajo de un gran hormiguero con hormigas gigantes, que no me dejan respirar. Intento patalear, pero la cadera la tengo aprisionada. Quiero pedir ayuda, cuando siento varios puntos de dolor en el pecho y en la cadera. Giro mi cabeza, a punto de desmayarme por la falta de aire esperando ver una hormiga a punto de comérseme, cuando consigo ver a mi gato subido triunfalmente sobre mi pecho, asfixiándome con sus 8 kilos de peso.

«¡¡Quita, Flojo!! Puñetero gato, un día me vas a matar de verdad».

Ea, la siesta a tomar viento.

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