El espejo

La niña, sentada, miraba muy atenta a un espejo antiguo de cuerpo entero que no pegaba con el resto de muebles de la habitación de invitados. Sonreía a la par que asentía alegre y le mostraba su muñeca de trapo al lustroso espejo. Le hablaba a ésta bajito al oído, contándole sus secretos mientras la acunaba y besaba con mucho cariño.

Saioa le contaba a su muñeca que su hada madrina era aquella señora mayor que estaba enfrente de ellas mientras le narraba historias y le mostraba lo que tenía detrás de ella. Unicornios, enanos, elfos, duendes, todos revoloteaban a su alrededor jugando entre ellos y haciéndole bromas a la chiquilla, que reía sin cesar.

Su padre la miró y sonrió. Él también recordaba ese mundo de fantasía que mostraba el espejo cuando años atrás su abuela se lo mostró por primera vez. Desde entonces, no quería deshacerse del espejo, aunque ya no era capaz de ver a las extrañas criaturas que una vez le mostró.

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