¡Corre! – Ese es el pensamiento con el que he crecido.
¡Corre! – Es la palabra más repetida en mi vida. Me la han gritado mi madre, mis amigos, mi hermana. Y yo sólo he hecho lo que me han dicho: correr.
Corro porque mi padre me muele a palos. Corro porque el matón de la calle quiere presentarme su nuevo puño americano en la cara. Corro porque mi hermano quiere patearme el culo. Corro porque lo que tengo en la mano no es mío. Corro porque el policía me ha visto. Corro porque el militar viene hacia mí apuntándome.
Y así es como he conseguido llegar a lo más alto, al podio de los campeones. Es paradójico que el atleta más laureado y apreciado de la historia de mi país lo sea porque ha huido toda su vida del acoso, amenazas y palizas de terceros. Podría haber sido un paria más, pero soy el humano más rápido del planeta. Sólo sé hacer una cosa, correr, pero lo sé hacer mejor que nadie. Porque el día que deje de correr, el matón me pateará, el militar me cogerá y me obligará a matar, el policía me meterá en un agujero hediondo que llama cárcel. No corro por las medallas, corro por mi vida.
¡Corre! – me grita mi entrenador desde la grada. Y yo corro.
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Relato dedicado a mi gran amigo Wila. Sigue corriendo allá donde estés.
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